jueves, 13 de marzo de 2014

EL UNIVERSO NO ES SILENCIOSO


El silencio no reina en todo el universo. La sonda Huygens, que se lanzó el 14 de enero de 2005 hacia la superficie de Titán -el satélite de Saturno-, llevaba un par de diminutos micrófonos. Debido a que tiene una atmósfera densa, continentes y un mar de metano, Titán es un lugar bastante ruidoso. Los micrófonos de la sonda grabaron el ruido del viento a lo largo de las dos horas y media que duró el descenso. A pesar de la fortísima deceleración a la que se vio sometida -15 veces la de la gravedad terrestre-, la Huygens sobrevivió al impacto con el suelo y transmitió datos e imágenes de la superficie durante más de una hora.
Esta no es la primera vez que enviamos un micrófono a otro planeta. En 1999, la NASA quiso hacer realidad el que sería el último sueño del astrofísico y divulgador Carl Sagan, que no era otro que grabar los sonidos de la superficie marciana. Para ello, instalaron un micrófono en la Mars Polar Lander, pero diez minutos antes del amartizaje se perdió el contacto con la sonda. A pesar de ello, la NASA no ha tirado la toalla y espera grabar en las futuras misiones que tiene programadas al planeta rojo el ulular del viento o los silbidos ametralladores de sus tormentas de arena. Obviamente, nadie pensó en dotar de micrófonos a la misión Apolo 11, salvo los necesarios para que Neil Armstrong pudiera pronunciar su famosa frase tras pisar el firme lunar. No hay que olvidar que nuestro satélite carece de atmósfera.

Venus es otro cantar, pues su denso envoltorio atmosférico lo convierte en un buen candidato sonoro, pero ninguna sonda ha introducido un micrófono en ese infierno, donde la temperatura es tan alta que funde el plomo. Los rusos afirman que en la década de 1980 llevaron uno que registró descargas eléctricas, pero nunca mostraron las grabaciones. Metidos a productores musicales, los astrofísicos no lo tienen complicado, ya que todos los planetas -y muchas lunas- del sistema solar cuentan con envoltura gaseosa, aunque la de Mercurio es muy débil. Pero un mismo ruido se oiría de forma distinta en función del sitio donde estuviéramos. La velocidad del sonido es diferente en cada planeta, y depende tanto de la composición de la atmósfera como de su temperatura. En la Tierra, el sonido se propaga a 340 metros por segundo en condiciones normales. Esto quiere decir que si un rayo golpea el suelo a 10 kilómetros de nosotros, lo escuchamos 29 segundos después. En la superficie marciana tardaríamos 44 segundos en oírlo, pues allí el sonido se propaga un 30% más despacio. En Venus, cuya atmósfera es mucho más densa, escucharíamos el trueno 24 segundos después de ver el rayo. Y para rapidez, la de Júpiter y Saturno, donde llegaría a nuestras orejas en sólo 12 y 13 segundos, respectivamente.

Si quisiéramos hablar en Marte -siempre y cuando pudiésemos respirar su letal atmósfera de dióxido de carbono-, lo tendríamos bastante complicado. Aun el grito más potente quedaría reducido a un leve susurro debido a su baja densidad atmosférica. De hecho, nuestra voz sonaría como si sufriéramos laringitis. Eso sí, los sonidos no nos parecerían tan diferentes como en la Tierra, y podríamos reconocer un gran número de ellos. La situación en Venus sería totalmente distinta. Con una presión atmosférica 90 veces superior a la terrestre -similar a la que encontramos a un kilómetro por debajo de la superficie del mar- el casi imperceptible murmullo de una biblioteca se convertiría en el ruido de fondo de una oficina.

El Sol no es el único astro cantarín; en el resto de las estrellas también se genera el mismo tipo de oscilaciones. El problema es que son muy débiles y resulta difícil detectarlas

Por si fuera poco, incluso la muerte de una estrella tiene su propia marcha fúnebre.
Definitivamente, aunque en el espacio no se puedan escuchar nuestros gritos, el sonido gobierna muchos de los procesos más increíbles del universo.

0 comentarios:

Publicar un comentario